
Dejar que los niños se equivoquen
¿Cuántas veces hemos sobreprotegido a nuestros pequeños aun sabiendo que no era lo más correcto?
¿Cuántas veces hemos actuado a corto plazo sin pensar en qué consecuencias derivaría eso o en qué consecuencias podría derivar si hubiéramos actuado diferente?
Bien, pues este artículo trata sobre la importancia de dejar equivocarse a los niños y algunos de los “por qué” debemos dejar que cometan errores y se equivoquen desde el punto de vista de un joven pedagogo, dedicado a la formación y desarrollo de los más pequeños.
Principalmente porque es una gran herramienta de aprendizaje. “Rectificar (implica equivocarse) es de sabios” ¿cómo no va a ser de humanos? Equivocarse implica haberlo hecho, tener el valor de someterse ante ese reto, la valentía y ganas de descubrirlo con el fin de lograrlo, ya sea trepar un árbol, declararse a una chica, o probar alguna jugada o gesto técnico en el partido.
El error es una de las opciones en ese camino y, lejos de equipararlo con el fracaso, el error nos muestra el por qué estamos ahí, el valor para hacer lo que nos propusimos hacer y, con ello, nos enseña que todo es mejorable, que las cosas hay que ganárselas con trabajo, esfuerzo y perseverancia.
Antes de llegar al error, hemos vivido un proceso con un sinfín de actos formativos: analizar pros y contras, sacar conclusiones, improvisar, mejorar respecto a casos anteriores, buscar un motivo para hacerlo, sacrificarse, luchar y pelear para conseguirlo, atreverse, creer en uno mismo, y una larga lista de etc. Sin hablar de todo el aprendizaje que conlleva el posterior análisis y corrección del mismo, el cual, si evitamos ese error, jamás existirá ese proceso de mejora.
Es por eso que hay que alejarse de la sobreprotección de los padres, entrenadores, maestros y todos esos agentes que, por uno u otro motivo, forman parte de actos y procesos formativos.
No pretendamos cubrir nuestros egos con nuestros pequeños, no busquemos evitar que cometan los errores que nosotros cometimos antaño, porque nuestra vida no es su vida, nuestros momentos no serán sus momentos.
Debemos acompañar, guiar, mostrar, corregir y felicitar, pero entender que un golpe, una herida o una meta no alcanzada pueden curar mil futuros fracasos y heridas. Un error en el momento adecuado puede revertir en 1.000 aciertos, que una nueva experiencia implica 10.000 vivencias.
No pretendamos que nuestros pequeños consigan nuestros logros inalcanzados, ni pintemos su mundo de pequeñas representaciones de lo que nunca fuimos o quisimos ser.
Artículo que escribí en 2014, de ahí lo de joven pedagogo
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