Aprender jugando

Aprender jugando

¿Qué entendemos como juego?

¿Y como deporte?

¿Qué relación hay entre ambos? ¿Cuál debería haber?

¿Por qué todos los deportes empiezan como un simple juego y muchos acaban derivando en un negocio?

¿Por qué muchos deportistas abandonan la práctica deportiva cuando dejan de disfrutar?

Leyendo el libro de Christopher McDougall – “Nacidos para correr”, me quedé con un fragmento el cual terminaba de la siguiente manera: “No corras como un medio para llegar a un fin, y recibirás más de lo que nunca imaginaste”.

Trabajo con muchos deportistas y técnicos que en algún momento han perdido la ilusión y energía que les había permitido llegar hasta donde estaban y, ante comentarios como “es que ya no estoy motivado”, “no tengo las mismas ganas”, “ya no sé porque juego”, etc, yo les apelo siempre al mismo sentimiento: a recuperar la esencia del JUEGO, de JUGAR como tal. Como el niño que salta al patio del colegio entre horas de clase y corre detrás de una pelota, recuperar el motivo que nos llevó a correr sin más propósito que el de acumular kilómetros, el de jugar para disfrutar, el de sonreír cada vez que entro en el terreno de juego.

Es verdad que hay que ser capaz de individualizar y adaptar a cada contexto y situación, pero hay algo que para mí comparten todas las disciplinas deportivas ante esta situación: la falta de pedagogía en la práctica deportiva y la extrema necesidad y obsesión de cubrir egos individuales con logros inmediatos, sobretodo en etapas de formación.

Me explico: El chico/a que compite, debe entender la competición como parte de su formación.

Debemos entrenarlo y enseñarle a gozar y vivir el proceso (aunque éste no sea agradable en momentos); hay que focalizarlo en su evolución y ubicarlo en el espacio que él puede y debería ocupar.

Por el contrario, se adapta todo perfil a una necesidad inmediata y efímera que es la competición a corto plazo.

Exigimos a los deportistas para ganar el partido del fin de semana (en algunos casos forzando lesiones), ofrecemos pocos minutos al menos preparado para reducir las opciones de perder, no trabajamos las habilidades técnicas individuales para no perder tiempo de entrenar esa jugada que, supuestamente, me hará tener más % de acierto, encasillamos a los deportistas en una posición por su físico o una cualidad específica sin tener en cuenta su futura evolución o su capacidad polivalente, la cual debe ser un reto de los formadores. En definitiva, nos centramos en los objetivos (de resultados) dejando aparte el proceso de aprendizaje.

Conclusión: Faltan más educadores y formadores y menos entrenadores de medallas y fotos.

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